En el comienzo

Bien, pues volver a comenzar es un asunto siempre complicado y uno corre el riesgo de quedarse en la transición. Los bitácoras (o blogs) son cuestión de consistencia y disciplina, ésta última en el sentido de dedicar tiempo regularmente para sentarse a escribir, y sobretodo, pensar qué escribir.
En un mundo en el cual las mal llamadas «redes sociales» consumen no sólo la interacción social verdadera sino también la vida de sus usuarios, por no hablar de eliminar su vida privada, en ese mundo escribir e incluso leer más de dos líneas puede ser un acto de rebeldía interior, y sí, así de mal veo las cosas.
Acabo de regresar de Madrid con varios kilos de libros nuevos en la maleta y sin embargo debo decir que he vuelto bastante decepcionado. Como cada vez que paso por España, procuro darme una vuelta por las librerías para ver las novedades. La Casa del Libro solía ser una buena opción en cuestiones generales, recuerdo haber encontrado un muy buen libro de Hans Küng la primera vez que visité la sucursal de la Gran Vía, y en otra ocasión haber comprado mi primer libro de Asimov en la librería en Fuencarral.
A los libros en castellano recurro especialmente en ciertas circunstancias:
1) Cuando el autor ha escrito originalmente en castellano, lo cual es perfectamente obvio.
2) Cuando la obra ha sido escrita en un idioma que no puedo leer cómodamente y existen buenas traducciones en castellano. Ejemplo claro, los autores rusos o los clásicos grcolatinos.
3) Cuando la traducción tiene mérito por si misma: Las Memorias de Adriano traducidas por Cortázar, por ejemplo;
4) O simplemente cuando el mérito de la traducción radica en facilitarme la vida: Leer el Ulysses de Joyce en inglés es francamente osado. La otra opción es que la copia en castellano esté más a la mano que el original.

De todo lo anterior, mi última visita a la Casa del Libro de la Gran Vía me dejó poco satisfecho:
El especial de literatura policiaca que publicó Marianne en marzo está dedicado en buena parte a la literatura negra latinoamericana, así que por lo expuesto en el punto 1, llegué a la librería con mi ejemplar del Hors-série preguntando por autores de aquellas latitudes, especialmente argentinos y un par de mexicanos. Pues nada, casi por accidente encontré El Jardín de Bronce de Gustavo Malajovich y nada más. Al final salí de ahí con La Pirámide de Hennig Mankell (por la razón 2), un libro de Jordi Soler, que no era el que buscaba y Pesadilla con aire acondicionado de Henry Miller que acaba de ser traducido con 60 años de retraso y acerca del cual acababa de leer un articulo, precisamente de J.Soler (eso entonces lo ponía en la categoría 3 o 4).
La sección de Ciencia ficción da tristeza y la de los clásicos grecolatinos más.
Cabe destacar que la minúscula librería dentro de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense me dejó mucho más satisfecho pues cumple decentemente con su objetivo en ciencias humanas.

El reto ahora es terminar de leer los libros y tener la disciplina de venir a éste sitio a comentarlos.

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